lunes, 9 de noviembre de 2009

La vida como Hamster (1)




Me gusta correr: Lo amo.

Hasta hace poco más de un año, me parecía aburrido y, sin sentido correr. ¿Qué puede tener de divertido dar vueltas como un hamster en un rueda?, ¿cuál es el sentido?, ¿para qué corres? Debo de confesar de que antes de empezar a hacerlo yo jugaba tenis una o dos veces por semana y que era una de las cosas que más disfrutaba hacer: concentrarme en la pelotita y disfrutar del silencio mental que hay en cada punto eran --lo confieso-- de las sensaciones que mayor placer me podrían dar en la vida. Empecé a correr porque, por mi trabajo, paso mucho tiempo fuera de la ciudad en la que pago impuestos y recibo correspondencia de cobros, porque era complicado conseguir instructores o parejas para jugar tenis y porque no podía pasar tanto tiempo sin hacer ejercicio. Comencé a correr cuando vivía en El Salvador; al principio, lo detesté pero poco a poco me convertí en adicto, lo que en el slang de los corredores se llama "picado".

Fue una manera de disfrutar un poco de los parques, de sudar "rico", de silencio y también un espacio para oír música (mucha gente corre sólo con un tipo de música, yo decidí que era un espacio para oír la mayor parte de la música que llevo en mi IPod), un momento para estar solo. Al "picarme", me fascinó lo que las endorfinas le estaban haciendo a mi cuerpo y ver cómo, poco a poco, mis patas de pollo se convertían en patas de gallo, ja!

Corro entre 4 o 5 kilómetros, tres o cuatros días a la semana, en el parque de Pilares en la Del Valle, corro solo aunque voy con mi madre y a veces, también va mi padre, pero ellos caminan y llevan otro ritmo y otros tiempos. Los fines de semana, en general, hago una carrera más larga entre 7 y 10k, con Roberto Trad, Mónica Jaime, David Encinas y Jaime Ramírez Garrido o "compito" en una carrera de 10 kilómetros; lo mejor de todo, es el desayuno posterior a nuestro recorrido.

Pero también, correr me llevo a descurbir mi ciudad de otra manera; lo veo como una forma de apropiarme de mi espacio público, de recorrer la ciudad, de verla, sentirla e incluso dimensionarla, aprender a medir sus distancias a partir de los diversos recorridos que hago en ella.

Cada día me encuentro más cerca de Forrest Gump: si sé qué hacer, corro; sino, también.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Más peregrino que halcón


Casi un año después, el peregrino vuelo del halcón regresa...

El jueves el Senado de la República falló en contra del cambio en la CNDH; prefirió apostar por la continuidad de un proyecto estancado y que había mostrado sus amplios límites. De nada sirvieron las estrategias, las muestras de apoyo, las reuniones con senadores de todos los partidos; al final, se impuso el continuismo y la negociación de las elites políticas que no se están dando cuenta de la velocidad del cambio y, lo más grave de todo, del hartazgo de la gente; una elite política que, como lo demostró el senador Beltrones en su fallido tránsito por twitter, todavía cree que siguen siendo los dueños del mensaje, un mensaje unidireccional con un solo emisor y que no tiene por qué dialogar con los representados. Una elite que en las formas, le quita autonomía al IFAI (quizá el logro más memorable de la gestión de Vicente Fox) al nombrar al anterior Comisionado Presidente como empleado del Presidente y al hacer de una empleada del Presidente, la nueva Comisionada; lo mismo que habíamos sufrido con la partidización del IFE y quizá, lo mismo que le pasará a la Corte con el nombramiento de los dos nuevos ministros..., los ciudadanos, nos estamos quedando sin esos órganos autónomos que, quizá, era lo único del presupuesto público que podía estar cerca de nosotros o, por lo menos, lejos de los partidos y el gobierno federal.

Una semana antes, fue el presupuesto que volvió a demostrar que en las prioridades de los partidos no están las prioridades de la gente; la miopía de tratar de tasar internet; la arrogancia de reducir el presupuesto destinado a apoyar a personas con capacidades diferentes y, como siempre, en lugar de mostrar sensibilidad volvieron a imponer sus ideas impositivas a los mismos de siempre: los contribuyentes cautivos en lugar de, por ejemplo, reducir el presupuesto a los partidos --el único garantizado constitucionalmente y el único que crece, año con año--.

Insisto, México no va bien y ahí está el ejemplo de Brasil para contrastar: ellos tienen una industria aeroespacial desarrollada por los propios brasileños (Embraer), industria militar, petrolera y son líderes en la de biocombustibles; mes con mes, de acuerdo con cifras oficiales, miles de brasileños dejan la pobreza extrema; tienen proyectado extender la cobertura de internet a todo el país hacía 2011; y ahora, además, se presentan en sociedad como China en los Olímpicos de 2008 siendo la sede del Mundial de Fútbol y de las Olimpiadas.

Pero... Por otra parte, creo que ya hay un nuevo aunque pequeño despertar ciudadano; una idea que está brotando en diferentes grupos y foros, a través de distintas causas y usando diferentes medios, pero que en el fondo está mandando un mensaje similar, un ¡Ya basta! a nuestros políticos pero también al resto de nuestras elites; pareciera que aquella sociedad civil que se conformó en torno a la alternancia y que después del triunfo de Fox en 2000 pensó que la misión estaba cumplida y regresó a sus camas a disfrutar de la transición, hoy está renaciendo y poco a poco, como los lagos cuando se congelan empiezan a surgir "zonas de congelamiento" en torno a los impuestos, sobre la CNDH y ahora la SCJN, el voto nulo; lo está haciendo tomando las calles, a través de twitter y faceboook, en la opinión publicada y hasta en reuniones de ex políticos que parece que, ahora sí, están preocupados por lo que está pasando en México.

Ya veremos...,

jueves, 11 de diciembre de 2008

Dejemos de hacernos pendejos, México no va bien


Junto con un grupo de personas estamos intentando lanzar un movimiento social, apartidista, sin fines electorales y que pretende a mediano plazo insidir en un cambio cultural en México.

Partimos de que México no va bien: Jamaica y Estados Unidos nos ganan en fútbol; Brasil vende aviones a muchos países, incluyendo México, desarrollados con tecnología propia; Shakira es mejor que Paulina; la violencia asociada al narcotráfico ha cobrado más de 7 mil muertes en los dos años del gobierno de Calderón; se nos viene encima el impacto de la crisis financiera internacional y el regreso de cientos de miles sino de millones de paísanos que trabajan en Estados Unidos, entre otras muchas señales de que el país en el que vivimos dista de ser el país en el que quisiéramos vivir. En paralelo, hay esfuerzos notables de gente que ya se dejo de hacer pendeja, que trabaja todos los días y que no cierra los ojos ante las injusticias y arbitrariedades; no es cómplice de la deficiente cultura de legalidad que padecemos; articula organizaciones sociales; le da cabida en los medios a las buenas noticias y no sólo a las malas; que hace trabajo social y voluntario, entre otras muchas señales optimistas.

Un punto de partida, recurrente, es echarle la culpa a los políticos de lo que le pasa al país, desde mi visión, las elites (políticas, económicas y sociales) son sólo el reflejo de la sociedad que representan; nuestros políticos no tienen porqué cambiar, están a toda madre (estar evaluados por debajo de la policía --en el caso del Congreso-- no es incentivo suficiente para cambiar) y no tienen porqué cambiar, entre otras cosas, porque la sociedad civil que tenemos ha sido muy débil. Queremos crear un movimiento social que empodere ciudadanos y que haga responsable a los ciudadanos del cambio: mientras nuestra sociedad civil siga permitiendo la conducta de nuestras elites, estás no tendrán por qué cambiar. Pico lo resume muy bien: "Entender que nosotros somos el problema y la solucion... Y que aunque nos de risa, es muy en serio".

Mario definía algunas ideas de lo que buscamos: Dejar de Hacernos Pendejos (DHP) "es un estado de ánimo, una sensación de hartazgo, de cansancio y frustración. El objetivo es convertirlo en una actitud hacia la vida.

Una nueva manera de vernos a nosotros mismos. (Que si queremos calidad en el servicio, ofrezcamos calidad; que si nos choca la corrupción no compremos pirata ni le demos dinero al de la grúa.) También es una manera de ver a los otros, de ser considerados - y no avanzar aunque esté el verde si vamos a impedir el paso.

Es otra manera de relacionarnos con lo político, de pasar de la queja a la acción.

DHP es un movimiento en construcción que va de abajo hacia arriba, sin una cúpula ni dirigencia. Se trata de ir encontrando aquello que nos duele, que queremos cambiar para después encontrar juntos las formas de expresión y de presión para provocar los cambios.

Es horizontal porque en México hemos visto que todos los mesías fracasan, de derecha o de izquierda, en lo político o en la selección nacional.

Es novedoso, no sólo por ser apartidista sino porque utilizará la tecnología como espacio de comunicación y de articulación.

Se trata de cambiar el foco, asumir que el país está en un momento de definiciones: al mismo tiempo que asiste al G20, aparece en Fortune casi como un estado fallido y las notas de narcos mexicanos llegan lo mismo de Guatemala, que de Argentina y Australia. Es nuestro momento, y si no actuamos, podemos perder el país".

El día de mañana, algunos de los integrantes de este colectivo que se llama Dejemos de Hacernos Pendejos (Maíte, Andrés y Pico) estarán en un chat en el periódico El Universal a las 13:00, los invito a que participen en ese espacio y a que se sumen al movimiento.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La historia del logo feroz de Pico Covarrubias


El Logo feroz
Un personaje sombrerudo y con zarape, hecho bolita, dormitando, recargado sobre un cactus… ese, es el logo de nuestro país. Que pinche y que cierto es que esa composición icónica -por su brevedad, concepto y conexto- nos resuma.
Hace algunos meses nos invitaron a licitar para desarrollar la nueva imagen de SEPOMEX, el Servicio Postal Mexicano, admito que me emocioné tanto, como cuando una fan de Luis Miguel consigue sus boletos.Después de la invitación, pasaron unos deliciosos 20 días. 20 días llenos de conceptos. Ideas que viajaban entre generar una imagen respetable, poderosa, con autoridad y credibilidad. Borrar del mapa esa imagen de Jaimito el cartero. Hacerles frente a FEDEX, UPS, DHL… ese es el rumbo de SEPOMEX. Pocas cartas hoy se envían , pero cada día llegan más libros y bluerays a domicilios.
Ese era el SEPOMEX que dibujábamos. Queríamos construir algo tan poderoso como lo que hoy significa que la imagen de US Postal Service esté impreso sobre la TREK más cara y más chingona de su portafolio… eso no se consigue con simples chairas mentales y desarrollos de imagen. Es todo un contexto que supera al concepto.Teníamos las bases para lograrlo y estábamos dispuestos a convertirlo en algo aún más grande. Para empezar un logo chingón… un Logo Feroz. Incluso pensábamos asesorarnos con 2 despachos experimentados en Londres y en Italia. Lo íbamos a hacer muy bien. Responsables. Chingones. Sobre todo, porque además sabíamos que había el presupuesto… se hablaron de cientos de miles de pesos… luego se hablaron de millones de pesos… para cuando hablaron de decenas de millones de pesos… me llené de tristeza.
Mi equipo me veía desolado, triste y apagado. ¿Por qué? Les dije… en este país, cuando el proyecto ya es por tanta lana, seguro no será nuestro, ni de Interbrand, ni de nadie más. Van a ver –amenacé-.
Amables mis compañeros me decían que no perdiera yo la fé… que en 15 años hemos ganado prácticamente todas las licitaciones a las que hemos entrado –mamón pero cierto- y que existía una gran posibilidad.Les hice creer… que les creía.En la segunda junta… nos explicaron las necesidades del proyecto y nos convocaron a reunirnos dentro de 3 meses más.
No se cumplieron esos 3 meses, cuando SEPOMEX, lanzó su nueva imagen.¿Cuál licitación? ¿Cuales juntas? ¿Cuál proyecto? Lo que realizaron no me llena de coraje a mí. Yo sabía que no nos dejarían participar, no me duele una derrota… porque no la hubo. Me duele el puto cinismo y la ignorancia de quien cuida “la imagen” de este país. SEPOMEX salió a la calle con una imagen renovada… peor a la que tenía. Hoy parecen una distribuidora de artesanías. Parecen pizzeros piratas, parecen payasos de banqueta, parecen chiste. Se miran débiles, chafas. No hay autoridad, ni fuerza, ni credibilidad en ninguna arista de su imagen ni aplicación… pero ahí esta, impresa, en uniformes, motitos, camioncitos, bicicletas y sucursales. Una palome mensajera... en pleno tercer mileno. No mames.Que pinches brutos.
Me cae que les hubiéramos regalado los valores y la ruta gráfica por el bien de México y no el de nuestras carteras. No sólo yo… conozco más colegas que le hubieran entrado. Es más -por mí- se hubieran chingado la lana si querían… pero hubieran –mínimo- tratado de hacer lo correcto. Ineptos.
Hoy el tema, es el del logo de la Ciudad de México, ese del bésame mucho. Otra megamamada. Muchas razones existen por las cuales decidí personalmente no participar… con todo y sus 100,000 dólares de premio al que le atinara al mafufo gusto del cliente.
Por muchas razones dije hueva… pero hoy les comparto una de ellas.Y es que a medio camino se me ocurrió una idea mejor que –desgraciadamente- se contrapone a la solicitud expresa del cliente… en este caso Ebrard –y su movimiento de cabeza mamón incluido-. Dije la P suena más fuerte que la B.
Mr.P

© 2008, Pico.

Revolución o Democracia

Jorge Castañeda escribe en Reforma (19 de noviembre de 2008):

"Hoy pagamos el precio de 70 años de estabilidad, pero también de apatía, debilidad de la sociedad civil, partidocracia, medios de comunicación premodernos, y por ende el precio de la sobrevivencia de un corporativismo económico, social, intelectual y sindical imposible de superar, hasta ahora".

Coincido con él y me parece que el saldo más caro de los 70 años de autoritarismo nacionalista revolucionario tienen que ver con una cultura política que se traduce en la notoria ausencia de una sociedad civil fuerte y con todos los corporativismos que enumera, principlamente --desde mi lectura-- el intelectual.

martes, 18 de noviembre de 2008

Más ciudadanos, menos partidocracia


Más ciudadanos, menos partidocracia.

Así lucía el 17 de noviembre, el mensaje central colocado sobre la manta monumental que tapaba, completamente, una de las caras del monumento a la Revolución en la Ciudad de México. Ese acto de comunicación política encuadraba el lanzamiento público de un nuevo movimiento social, encabezado por la excandidata presidencial Patricia Mercado.

El lanzamiento de éste movimiento lleva de forma explícita varios mensajes: el que –por lo menos por ahora—no buscan la constitución de un nuevo partido político (lo que pareciera novedoso ya que la propia Mercado ha intentado hacer política desde adentro del actual sistema de partidos) sino la constitución de un movimiento ciudadano, organizado en torno a clubes cívicos; lo hacen “tapando” simbólicamente el “rostro” más visible de lo que queda de la revolución de 1910, que dicho sea de paso, a la fecha no cuenta con un responsable que encabece los esfuerzos de la celebración de su centenario y lo hacen “tachando” --como se ve en la manta--, la R de la palabra revolución dejando de forma limpia la palabra “Evolución”; por último, el mensaje central: Menos partidocracia, más ciudadanía.

Parece que, poco a poco, con Jorge Castañeda en 2006 y ahora con Mercado se comienzan a vislumbrar los esbozos de una tercera vía que vaya más allá del plebiscito electoral de socialdemócratas (PRI, PRD, Convergencia, PT y PSD) versus el PAN y Nueva Alianza. Una disyuntiva que expropie el mandato de lo público que detentan los partidos e invoque ese poder a los ciudadanos.

Pero más allá del movimiento de Patricia Mercado, de sus causas y sus proyectos, me parece que lo relevante es que hay gente en el país que estamos pensando que nuestra democracia necesita una cirugía mayor.

Nuestra democracia necesita de la participación de la ciudadanía. Hay un grupo de personas que creemos que urge una sociedad civil más fuerte y con mayor presencia en la vida política de México; que consideramos que lo público ha sido secuestrado por los partidos políticos; que la democracia mexicana decanta siempre a favor de uno de sus actores, la partidocracia y expulsa a espacios mínimos o marginales al resto de los mexicanos.

Los causes de la participación del ciudadano en lo público están limitados; la mayoría de las veces, se recorren sólo a través del voto en las elecciones y en contadas ocasiones por medio de otras figuras, también tradicionales, de la democracia directa como el referéndum o los ejercicios de revocación de mandato --tan publicitados en la gestión de López Obrador al frente a la ciudad de México-- o en un caso que, paradójicamente, se vuelve antagónico, se participa de lo público --casi forzosamente-- desde la membrecía de los partidos políticos o al servicio de las grandes burocracias, federal, estatales o municipales.

Otras formas de participar de lo público, las de la opinión publicada (o transmitida) o desde la sociedad civil organizada, tienen mayores repercusiones, sin embargo, todavía falta mucho por hacer, sobre todo en el campo de las organizaciones de la sociedad civil.
Pero insisto, la culpa no es de los políticos ni de los dirigentes de los partidos políticos: la culpa es de nosotros, los ciudadanos que hemos permitido que lo público sea un ejercicio del antiguo arcani imperi (las cuestiones de Estado o la razón de Estado) y no de aquello que nos es común a todos y que por lo tanto, debiera ser de nuestro interés: la ley, la administración del estado y la justicia.

jueves, 13 de noviembre de 2008

México no va bien

Me parece que México no va bien. Desde las situaciones más banales, la Selección mayor de fútbol pierde ante Jamaica y empata con Canadá, pasando por la triste actuación de la delegación mexicana en los pasados Juegos Olímpicos hasta el aterrizaje forzado de la infiltración por parte del narcotráfico de los órganos de combate a la delincuencia organizada y el festinado logro de una reforma petrolera que, si le creemos a los motivos de la iniciativa presidencial, no responde a la solución de los problemas que pretendía resolver; en este rubro, el acuerdo en el Senado se ve como un gran éxito y son muchos los opinadores que lo ven como el inicio de algo nuevo, aun así, tengo para mi, que lo posible, aunque mínimo, en lugar de lo deseable, retratan de forma clara la visión que sobre la administración del Estado vive México.

México no va bien. Estamos inmersos en la vorágine de la violencia producto de la “guerra” contra el narcotráfico; de una difícil situación económica producto de la crisis financiera internacional, la reducción en las remesas y el vaivén de los precios del petróleo; y, en el fondo, somos rehenes de una clase política (en principio, pero no de forma única, también somos prisioneros de los grandes empresarios y su falta de visión para invertir en México en lugar de comprar aviones y departamentos en Miami y, lo que es más grave, de la casi nula existencia de una sociedad civil organizada) que es incapaz de ponerse del lado de la gente porque su dicotomía es la de fortalecer a la partidocracia, aun a costa del país, aun a costa de los ciudadanos. A todo esto, se suma la situación social y los altos niveles de pobreza que azotan a un amplio porcentaje de los mexicanos.

A contracorriente, el problema no es de nuestros políticos sino de la falta de una sociedad civil organizada que pueda exigir y demandar otro comportamiento en nuestras clases dirigentes; que pueda colocar en los lugares de representación y toma de decisiones otro perfil de políticos, diferente que el que tenemos hoy en día, pero para lograrlo, México necesitaría, de forma urgente, un cambio cultural, una revolución ciudadana.

En la raíz, pienso que es necesario cambiar el foco de cómo entendemos la política en México; el foco que ha iluminado nuestra vida pública, ya se fundió y es necesario reemplazarlo.

Al día de hoy, no veo estímulos suficientes para que nuestros políticos tengan que cambiar; los incentivos para comportarse de forma diferente a la que hoy lo hacen, no son lo suficientemente fuertes y, al mismo tiempo, los costos de su actual comportamiento son mínimos: ya están acostumbrados –como los policías— al desprecio de los ciudadanos; a que la palabra político sea sinónimo de corrupción, compadrazgo, mediocridad; a que, --como casi todos los mexicanos sabemos--, la impunidad este siempre por encima de la legalidad y en esto, pareciera que ellos son los principales beneficiarios.

La salida fácil, insisto, es la de culpar a los políticos por todos los males del país; el otro camino, es el de responsabilizar a la sociedad que, en principio, elije a estas representaciones para ocupar su voz y a continuación, no hace nada o hace muy poco para demandarles resultados, exigirles cuentas, cambiar a los que no sirven o no pueden con las responsabilidades que se les entregaron.

Mientras México pierde un tiempo valioso frente a las oportunidades y sobre todo las apuestas estratégicas de países como China, Brasil e India, nuestra clase dirigente sigue perdida y atrapada en el corto plazo; sigue prefiriendo las rentas electorales de la mano del sindicato de maestros en lugar de escuchar los resultados de las evaluaciones de los organismos internacionales sobre los conocimientos de nuestros niños en edad escolar, los cuales son francamente alarmantes; sigue dilatando la evaluación a docentes o apostando por no tocar nada en lo concerniente al sindicato petrolero en aras de una mini reforma. Sigue consiguiendo lo mínimo de lo posible y cada vez más lejos de lo mínimo de lo deseable.

Escribía en alguna otra colaboración que la alternativa esta en los ciudadanos, lo sostengo y cada vez estoy más convencido de que es necesario un profundo cambio cultural. Los políticos no van a cambiar por sí mismos, no importa de qué partido sean, al final, como lo demuestra la reforma electoral, siempre estarán de un lado protegiendo a la partidocracia. Necesitamos de una sociedad civil más fuerte y organizada para que los políticos trabajen para sus electores y el servicio público esté al servicio de la gente.